Los rebeldes, los inconformes, los insaciables buscadores de belleza, los desvariantes alucinados, los raros y otras especies alumbradas por la poesía, tienen su sitio en Las Letras Salvajes.
viernes, 19 de junio de 2009
Allen Ginsberg -El Salvaje Imprescindible-
Nació en junio de 1926 en Newark, New Jersey; su padre era poeta y profesor; su madre Naomi Ginsberg, emigrante rusa comunista radical y una nudista irreprimible que enloqueció al poco de alcanzar la madurez (por lo que fue posteriormente hospitalizada de por vida y finalmente lobotomizada). Fue un niño tímido y complicado, marcado por los ataques mentales de su madre y por el temprano descubrimiento de su homosexualidad. Se aproximó a la poesía en el instituto pero decidió labrarse un futuro estudiando Derecho Laboral en la Universidad de Columbia.Allí cayó ante la irrefrenable vitalidad de un grupo de personas como Jack Kerouac, William Burroughs o Neal Cassady, jóvenes filósofos igualmente obsesionados con el crimen, las drogas, el sexo y la literatura. (Unos salvajes pues)Ginsberg, el más joven e inocente del grupo, les ayudó a pulir sus habilidades literarias, mientras éstos a su vez lo espabilaban un poco. Para evitar una condena en la prisión estatal, luego de ser arrestado junto a otras personas a bordo de un coche robado, se declaró mentalmente incapacitado y el juez le condenó a permanecer ocho meses en un instituto psiquiátrico. Nuevamente en libertad decide reiniciar su vida, se declara heterosexual y comienza a trabajar como creativo en una agencia de publicidad. Insatisfecho con esta vida rutinaria hace pública su homosexualidad y cambia varias veces de empleo. Fue sucesivamente lavaplatos, sereno y soldador en una metalúrgica. Luego finalmente acepta los consejos de Jack Kerouac y se traslada a la Costa oeste. En 1943, abandonó Paterson para ir a la Universidad de Columbia y allí permaneció cerca de cinco años. Durante este período, desarrolló una estrecha amistad con Jack Kerouac, William S. Burroughs, Neal Cassady, Herbert Huncke y Lucien Carr.Le expulsaron de la Universidad -la Norteamérica represiva-, comenzó a frecuenta ladrones y yonquis neoyorquinos -la mayoría amigos de Burroughs- y se enamoró perdidamente de Neal Cassady a quien visitaba en Denver y San Francisco, comenzando una cinética de viajes de costa a costa que desembocarían en "En el Camino" de Kerouac.Allen Ginsberg fue sin duda una de las personalidades del siglo XX, el poeta que halló el tono definitivo de la poesía norteamericana, un poeta que dejó su marca en la literatura contemporánea.
La colección "Poetas de Bolsillo", de City Lights, incluye las siguientes obras de Ginsberg: Kaddish (Responso), 1961; Reality Sandwiches, 1963; Planet News (Noticias del planeta), 1968; The Fall of America (la caída de América), 1972; y Mind Breaths (Suspiros mentales), 1977. Otras obras de Ginsberg son: Ankor Wat, 1968; Airplane Dream (Sueños en avión), 1968; TV Baby Poems, 1968; Iron Horse (Caballo de hierro), 1972; The Gates of Wrath: Rhymed Poems, 1948—1952 (Las puertas de la ira: Poemas rimados, 1948—1952) 1972; Improvised Poetics (Improvisaciones poéticas). 1972; Visions of the Great Rememberer, 1974; First Blues (Los primeros blues), 1976. Allen Verbatim, 1974, es una colección de sus conferencias sobre poesía, arte poética y estados de concienciación. En 1977, apareció su Journal Early Filties Early Sixties y también su correspondencia con Neal Cassady con el titulo As Ever. Una selección de la correspondencia y de los poemas gays de Ginsberg y Orlovsky fue publicada por Gay Sunshine Press.
Aullido
He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz.
Quienes expusieron sus cerebros al Cielo, bajo El y vieron ángeles Mahometanos tambaleándose en los techos de apartamentos iluminados.
Quienes pasaron por las universidades con ojos radiantes y frescos alucinando con Arkansas y la tragedia luminosa de Blake entre los estudiantes de la guerra.
Quienes fueron expulsados de las academias por locos, por publicar odas obscenas en las ventanas del cráneo.
Quienes se encogieron sin afeitar y en ropa interior, quemando su dinero en papeleras y escuchando el Terror a través de las paredes.
Quienes se jodieron sus pelos púbicos al volver de Laredo con un cinturón de marihuana para New York.
Quienes comieron fuego en hoteles coloreados o bebieron trementina en Paradise Alley, muertos, o purgaron sus torsos noche tras noche con sueños, con drogas, con pesadillas despiertas, alcohol y verga y bolas infinitas, ceguera incomparable; calles de nubes vibrantes y relámpagos en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todas las palabras inmóviles del Tiempo, sólidos peyotes de los vestíbulos, amaneceres en el cementerio del árbol verde, ebriedad del vino en los tejados, puestos municipales, el neón estridente, luces del tráfico parpadeantes, vibraciones del sol, la luna y los árboles en los bulliciosos crepúsculos del invierno de Brooklyn, estrepitosos tarros de basura y una regia clase de iluminación de la mente.
Quienes se encadenaron a sí mismos a los subterráneos para el viaje infinito desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de las ruedas y niños empujándolos hacia salidas exploradas, estremecidas y desiertos golpeados de cerebros absolutamente secos de esplendor en la melancólica luz del Zoológico.
Quienes se hundieron toda la noche en la luz submarina de Bickford's emergidos y sentados junto a la añeja cerveza después del mediodía en el desolado Fugazzi's, escuchando el crujido del destino en la caja de música de hidrógeno.
Quienes hablaron setenta horas seguidas desde el parque a la barra a Bellevue, al museo al Puente de Brooklyn, batallón perdido de conversadores platónicos bajando de espaldas, las escaleras de escape de los alfeizares del Empire State, lejos de la luna, gritando incoherencias, vomitando susurrando hechos y recuerdos y anécdotas y patadas en la bola del ojo y traumas de hospitales y cárceles y guerras, intelectos enteros disgregados en amnesia por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la Sinagoga arrojada al pavimento.
Quienes se desvanecieron en ninguna parte del Zen New Jersey dejando un reguero de ambiguas postales ilustradas de Atlantic City Hall, sufriendo sudores orientales y artritis Tangeriana y jaquecas de China bajo la basura en las salas sin muebles de Newark.
Quienes dieron vueltas y vueltas en la medianoche por el patio de trenes preguntándose adónde ir, y fueron, sin dejar corazones rotos.
Quienes prendieron cigarrillos en vagones traqueteando por la nieve hacia granjas solitarias en la noche del abuelo. Quienes estudiaron a Plotino Poe, San Juan de La Cruz, telepatía y cábala debido a que el cosmos instintivamente vibraba en sus pies en Kansas.
Quienes solos por las calles de Idaho buscaban ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios.
Quienes pensaban que sólo estaban locos cuando Baltimore destellaba en éxtasis sobrenatural.
Quienes saltaron a limusinas con el hombre Chino de Oklahoma impulsados por la lluvia de los pequeños pueblos a la luz callejera de la medianoche del invierno.
Quienes haraganeaban hambrientos y solos por Houston buscando jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante español para conversar sobre América y la eternidad, una tarea sin esperanza, y tomaron un barco para África.
Quienes desaparecieron en los volcanes de México no dejando nada tras de si excepto la sombra del estiércol y la lava y la ceniza de la poesía quemada en Chicago.
Quienes reaparecieron en la Costa Oeste investigando el F.B.I. en barbas y pantalones cortos, con grandes ojos pacifistas, atractivos en su oscura piel, entregando incomprensibles folletos. Quienes se quemaron sus brazos con cigarros encendidos protestando contra la bruma narcótica del tabaco del Capitalismo.
Quienes distribuyeron panfletos supercomunistas en la Union Square sollozando y desvistiéndose mientras las sirenas de Los Alamos los deprimían, y se deprimía Wall Street, y el ferry de State Island también se deprimía.
Quienes rompieron a llorar en blancos gimnasios, desnudos y temblorosos frente a la maquinaria de otros esqueletos.
Quienes mordieron detectives en el cuello y chillaron con placer en autos policiales por no haber cometido un crimen, salvo su propia sodomía salvaje y su intoxicación.
Quienes aullaron de rodillas en el metro y fueron arrastrados por el techo ondeando sus genitales y manuscritos.
Quienes permitieron ser penetrados por el ano por virtuosos motociclistas, y gritaron con alegría.
Quienes chuparon y fueron chupados por aquellos serafines humanos, los marineros, en caricias del amor Atlántico y Caribeño.
Quienes eyacularon en la mañana y tarde en jardines de rosas y en el pasto de parques públicos y cementerios esparciendo su semen libremente a quienquiera que llegara.
A quienes les dio hipo de tanto reír, pero se torcían de llanto detrás de un cubículo de un Baño Turco cuando el ángel rubio y desnudo venía a atravesarlos con una espada.
Quienes perdieron a sus amantes por las tres viejas musarañas del destino, la musaraña tuerta del dólar heterosexual, la musaraña tuerta que hace guiños fuera del útero y la musaraña tuerta que no hace nada sino sentarse en su trasero y corta las doradas hebras intelectuales del vislumbre artesanal.
Quienes copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza, un novio, un paquete de cigarrillos, una vela y se cayeron de la cama, y continuaron en el suelo y por los pasillos y terminaron desmayándose en la pared con una visión del último coño y llegaron a eludir el último atisbo de conciencia.
Quienes endulzaron los coñitos de un millón de chicas temblorosas en el ocaso, y tenían los ojos rojos en la mañana pero preparados para endulzar las coñitos del sol naciente, destellantes traseros bajo los establos y desnudos en el lago.
Quienes iban a putas en Colorado por millares en autos robados, N.C., héroe secreto de estos poemas, semental y Adonis del alegre Denver a la memoria de sus innumerables polvos con chicas en lotes vacíos, patios de bares, hileras de desvencijadas casas rodantes en la cima de montañas, en cavernas o con demacradas meseras, en familiares subidas de enaguas al lado del camino y especialmente la secreta estación de gasolina solipsismos de Juan, y callejones pueblerinos también.
Quienes se desvanecieron en vastas películas sórdidas, se transformaron en sueños, despertaron en un repentino Manhattan, y se encontraron a sí mismos fuera de los sótanos, colgados sobre descorazonados Tokay y los horrores de los sueños de hierro de la Tercera Avenida y tropezaron con las oficinas de desempleo. Quienes caminaron toda la noche con sus zapatos llenos de sangre en los muelles esperando una puerta en East River para entrar a un cuarto lleno de vapor caliente y opio.
Quienes crearon grandes dramas suicidas en el apartamento de los acantilados del Hudson bajo el rayo azul de la luna en tiempos de guerra y sus cabezas eran coronadas con el laurel del olvido.
Quienes comieron la cazuela de cordero de la imaginación o digirieron cangrejos en el fondo lodoso de los ríos de Bowery.
Quienes lloraron por el romance de las calles con sus carritos llenos de cebollas y mala música.
Quienes se sentaron en cajas respirando en la oscuridad bajo el puente, y se levantaron para construir arpas en sus desvanes.
Quienes tosían en el sexto piso del populoso Harlem con llamas bajo el cielo tuberculoso rodeados por las jaulas naranjas de la teología.
Quienes garrapatearon toda la noche golpeando y rodando sobre elevadas incautaciones que en las amarillas mañanas eran estrofas de jerga. Quienes cocinaron animales podridos pulmones, corazón, patas, hígado y costillas soñando con el puro reino vegetal.
Quienes se zambulleron en camiones de carne buscando un huevo.
Quienes tiraron sus relojes del tejado para dar su voto a la eternidad fuera del Tiempo y despertadores cayeron sobre sus cabezas todos los días por la siguiente década.
Quienes se cortaron las muñecas tres veces seguidas sin éxito, se rindieron y fueron forzados a abrir anticuarios donde pensaban que se ponían viejos y gritaban.
Quienes fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre ráfagas de versos plomizos y el parloteo borracho de los regimientos de acero de la moda y los chillidos de nitroglicerina de las agencias de publicidad y el gas mostaza de los editores siniestramente inteligentes, o cayeron por los taxis ebrios de la Absoluta Realidad.
Quienes saltaron del Puente de Brooklyn (esto realmente sucedió) y quedaron desconocidos y olvidados en el aturdimiento fantasmal de los callejones de sopa y camiones de incendio de Chinatown sin ni siquiera una cerveza gratis.
Quienes cantaron por sus ventanas de desesperación, cayeron de la ventana del metro, saltaron en el sucio Passaic, brincaron en negros, gritaron por toda la calle, bailaron descalzos en trozos de copas de vino rotas, grabaciones de fonógrafos de la nostalgia Europea, jazz alemán de 1930 terminaron el whiskey y se lanzaron gimientes en baños sangrientos, gritos en sus oídos y la ráfaga colosal del silbido del vapor.
Quienes rodaron por las carreteras del viaje al pasado; para cada uno el látigo del Gólgota, reloj de la soledad, de la cárcel o encarnación del jazz de Birmingham. Quienes condujeron una visión para encontrar la eternidad.
Quienes viajaron a Denver.
Quienes murieron en Denver.
Quienes volvieron a Denver y esperaron en vano. Quienes aguardaron en Denver y empollaron solos en Denver y finalmente se fueron para encontrar el Tiempo, y Denver es solitario para sus heroinas.
Quienes cayeron de rodillas en catedrales sin esperanza rezando por la salvación de cada uno y la luz y los pechos, hasta que el alma iluminara su cabello por un segundo.
Quienes chocaron con sus mentes en la cárcel esperando criminales imposibles, con cabezas doradas y el encanto de la realidad en sus corazones que cantaban dulces blues a Alcatraz.
Quienes se retiraron a México para cultivar un hábito, o a Rocky Mount para ofrecer a Buddha o Tánger, a los muchachos al Southern Pacific a la locomotora negra o a Harvard a Narciso a Woodland para la sepultura o daisychain.
Quienes exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron dejados con su locura y sus manos y un jurado colgado.
Quienes arrojaron papas saladas a los conferencistas de Dadaismo en CCNY y subsecuentemente se presentaron ellos mismos en las baldosas de granito del manicomio con cabezas rapadas y un discurso arlequinesco de suicidio,demandando una lobotomía instantánea, y quienes a su vez se entregaron a la nulidad concreta de la insulina, Metrazol, electricidad, hidroterapia, psicoterapia, terapia ocupacional, ping pong y amnesia.
Quienes en protesta seria dieron vuelta a sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia, volviendo años después verdaderamente calvos, excepto por una peluca de sangre, y lágrimas y dedos, a la visible fatalidad del hombre loco, de los pupilos de los pueblos locos del Este, salas fétidas de Pilgrim State's Rockland's y Greystone discutiendo con los ecos del alma, pegando y rodando en la soledad-banca-dolmen-reinos del amor de medianoche, sueños de vida en una pesadilla. cuerpos convertidos en roca, tan pesados como la luna, con la madre finalmente, y el último libro fantástico arrojado por las ventanas del departamento, y la última puerta cerrada a las 4 A.M. y el último teléfono pegado a la pared sonando y la última pieza amueblada, un papel rosa amarillo torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un poco de esperanzadora alucinación ah, Carl, mientras no estés seguro, yo no estoy seguro, y ahora tú estás realmente en la sopa animal total del tiempo y quienes por lo tanto corrieron a través de las calles congeladas obsesionados con un repentino destello de la alquimia del uso de la elipse, el catálogo, el metro y el plano vibrante.
Quienes soñaron y encarnaron brechas en el Tiempo y Espacio a través de imágenes yuxtapuestas, y atraparon al arcángel del alma entre dos imágenes visuales y unieron los verbos elementales y establecieron el nombre y rasgos de la conciencia, al mismo tiempo saltando con sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y ponerse frente a tí estupefacto e inteligente y sacudirse con vergüenza, rechazando incluso revelar el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda y eterna cabeza, el vagabundo loco y el golpe del ángel del Tiempo, desconocido, incluso poniendo aquí lo que podría dejar de ser dicho en tiempo de volver después de la muerte, y surgieron reencarnados en los trajes fantasmales del jazz en la sombra del corno dorado de la banda y exhalar el sufrimiento de la mente desnuda de América para amar en un eli eli lamma lamma sabacthani; saxofón que llora estremeciendo las ciudades bajo la última radio con el corazón absoluto del poema de la vida descarnada, de sus propios cuerpos buenos para comer mil años.
Yo no soy
Yo no soy una lesbiana aullando en el sótano
amarrada a una telaraña de cuero no soy un Rockefeller sin pantalones infartándose
en la gran cama rococó
no soy un intelectual ultra estalinista marica
no soy un rabino antisemita de negro sombrero
barba blanca uñas muy muy sucias
ni soy el poeta en la celda de la cárcel de San Francisco
apaleado en vísperas del año nuevo por los cobardes
lacayos de la policía
ni Gregory Corso Orpheus Maudit de estos Estados
ni ese maestro de escuela con un maravilloso salario
Yo no soy ninguno que conozca
de hecho sólo estaré aquí 80 años.
Improvisación en Beijing
Escribo poesía porque la palabra inglesa Inspiración proviene del Latín: Spiritus, aliento, deseo respirar en libertad.
Escribo poesía porque Walt Whitman le otorgó permiso al mundo para que hablara con candor.
Escribo poesía porque Walt Whitman abrió el verso de la poesía a la respiración sin obstáculos.
Escribo poesía porque Ezra Pound vio una torre de marfil, apostó al caballo equivocado, les dio a los poetas su autorización para que escriban su lengua hablada vernácula.
Escribo poesía porque Pound les indicó a los jóvenes poetas occidentales que observaran a los chinos escribiendo palabras dibujos.
Escribo poesía porque W.C. Williams viviendo en Rutherford escribió a la manera de New Jersey “Te pateo l’ojo”, preguntando luego ¿cómo podemos medirlo en pentámetro yámbico?
Escribo poesía porque mi padre era un poeta mi madre de Rusia hablaba comunista y murió en un manicomio
Escribo poesía porque mi joven amigo Gary Snyder se sentó
a mirar sus pensamientos como una parte del fenomenal mundo externo, del mismo modo que lo hicieron los integrantes de esa mesa redonda en el 84.
Escribo poesía porque sufro, nacido para morir, cálculos en los riñones, presión alta; y todo el mundo sufre.
Escribo poesía porque sufro confusión no sabiendo qué es lo piensan los otros.
Escribo porque la poesía puede revelar mis pensamientos,
curar mi paranoia; también la paranoia de otras personas.
Escribo poesía porque mi mente vaga, sometida al sexo, la política, la meditación en el Dharma.
Escribo poesía para retratar con precisión mi propia mente.
Escribo poesía porque tomé los cuatro votos de Bhodhisattva; innumerables en el universo son las criaturas Sensibles para liberar, infinitas mi propia codicia, mi ira, mi ignorancia que deseo atravesar , incontables son las situaciones en que me hallo mientras el cielo está O.K. y los senderos de la mente despierta no tienen fin.
Escribo porque esta mañana desperté temblando de miedo ¿Qué podría decir yo en China?
Escribo poesía porque los poetas rusos Mayakovsky y Yesenin se suicidaron y alguien más debe hablar.
Escribo poesía porque mi padre recitando a Shelley (poeta ingles a Vachel Lindsay (poeta norteamericano)dio el ejemplo gran viento, inspiración, aliento.
Escribo poesía porque escribir de asuntos sexuales estaba prohibido en los Estados Unidos de América.
Escribo poesía porque los millonarios en el Este y el Oeste viajan en limosinas Rolls Royce, y los pobres no tienen suficiente dinero para arreglarse los dientes
Escribo poesía porque mis genes y cromosomas se enamoran de muchachos, nunca de jóvenes mujeres.
Escribo poesía porque no tengo ninguna responsabilidad Dogmática de un día para el otro.
Escribo poesía porque quiero estar solo y quiero hablar con la gente.
Escribo poesía para contestarle a Whitman, “jóvenes dentro de diez años hablen con las tías viejas y tíos aún con vida en Newark, New Jersey.
Escribo poesía porque en 1939 escuchaba por radio Blues Negros, Leadbelly y Ma Rainey.
Escribo poesía inspirado por las juveniles alegres canciones de los Beatles que han envejecido.
Escribo poesía porque Chuang-tzu no podía distinguir si era mariposa o hombre, Lao-tzu dijo el agua fluye colina abajo, Confucio dijo honrá a tus mayores, yo deseaba honrar a Walt Whitman.
Escribo poesía porque el exceso de ovejas y hacienda en las tierras de pastoreo destruye desde Mongolia hasta el Salvaje Oeste los nuevos pastos y la erosión es la creadora de los desiertos.
Escribo poesía usando zapatos animales.
Escribo poesía “Primer pensamiento, mejor pensamiento,” siempre.
Escribo poesía porque las ideas no son comprensibles excepto cuando se manifiestan en pequeñísimos detalles: ”Ninguna idea más que en las cosas.”
Escribo poesía porque el Lama Tibetano dice. “Las cosas son símbolos de sí mismas.”
Escribo poesía porque los periódicos titulan un agujero negro en el centro de nuestra galaxia, y somos libres para darnos cuenta.
Escribo poesía porque las Guerras Mundiales I y II, bomba nuclear y la Guerra Mundial III si la deseamos, aunque yo no la necesito.
Escribo poesía porque mi primer poema Aullido que no pensaba publicar fue llevado a proceso por la policía.
Escribo poesía porque mi segundo poema largo Kaddish honraba el parinirvana de mi madre en un hospital para enfermos mentales.
Escribo poesía porque HITLER mató a seis millones de Judíos, y yo soy Judío.
Escribo poesía porque Moscú informó que Stalin envío al exilio en Siberia a 20 millones de Judíos e intelectuales, 15 millones nunca regresaron a los cafés de San Petersburgo.
Escribo poesía porque canto cuando me siento solo.
Escribo poesía porque Walt Whitman dijo, “¿Yo me contradigo ?” Muy bien entonces yo me contradigo. (Tengo buen tamaño, contengo multitudes.)
Escribo poesía porque mi mente se contradice a sí misma, un minuto está en Nueva York, al otro minuto en los Alpes Dináricos.
Escribo poesía porque mi cabeza contiene 10.000 pensamientos.
Escribo poesía porque ninguna razón ningún porque.
Escribo poesía porque es la mejor manera de decir todo lo que tienes en mente en 6 minutos o durante el transcurso de una vida.
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